domingo, 14 de julio de 2013

El difícil arte de quedarse quieto





                                                  
                                                                                                   

“Cuándo será el día que te pongas de novio!”
“Bueno ya hace mucho que están juntos, por qué no se casan de una vez?”
“Y chicos…cuando me hacen abuela!”
“Sabés que tu hijo es mi nieto preferido, pero…cuando va a sentar cabeza y tener a una relación seria con una chica?”
Y como éstos hay infinitos ejemplos ya que el objeto de deseo una vez satisfecho se reinstala, reinventa y vuelve por más.  Es normal encontrarse persiguiendo lo que no tenemos, y quizás ahí está el error, en perseguirlo.  La ambición, como todo, en su justa medida es buena porque de alguna manera motiva y la realidad es que es intrínseca al ser humano.   Sería interesante sin embargo detenerse en la diferencia entre perseguir y seguir en búsqueda de lo que queremos.



Perseguir:  uno visualiza a una persona apurada, cansada (si logra exteriorizar sus estado anímico) estresada (si no logra hacerlo), agitada, su cuerpo le pide que pare, su mente no lo deja.  Su mente siempre se las ingenia para imponerse y se sale con la suya, de ésta manera no le presta atención a lo que el cuerpo necesita, detenerse. La persona que persigue no es una persona feliz ya que no logra retener sus logros por mucho tiempo.  Siempre necesita más y cuando no lo consigue se empecina, insiste hasta obtenerlo.
Seguir:  la imagen en este caso es distinta, si bien hay movimiento, el mismo es más sereno, calmo.  La persona sonríe porque quiere algo y va por eso, pero no lo necesita desesperadamente.  No se obsesiona con lo que no tiene sino que trata de sumar.  La felicidad de esta manera es más posible, hay más armonía entre cuerpo y mente ya que ambos escuchan sus necesidades y les prestan atención. 
Qué bueno es poder disfrutar de lo que uno obtiene.  Qué bueno es poder detenerse en el casillero del “logro” en este tan complicado juego de la vida y quedarse un poco quieto allí, disfrutándolo, viviéndolo, compartiéndolo y hasta darse el lujo de hacer la plancha.  Alguna vez se tomaron el tiempo de hacer la plancha en el mar? En la pileta? O son de los que están siempre braceando, tratando de llegar a alguna orilla para darse envión y empezar nuevamente a nadar.  Qué te pasa si te detenes, tenes miedo a hundirte?  Quizás cuando nos detenemos tenemos tiempo, tiempo para mirarnos, mirar a nuestro alrededor, quizás no te gusta eso, ver lo que estás construyendo, en quién te estás convirtiendo.  En general las personas que no pueden parar a disfrutar es porque están buscando afuera lo que no logran obtener dentro suyo.  Los invito a hacer la plancha y quedarse así por un buen rato, cerrar los ojos y sentir la paz de haber llegado a un lugar donde eligen estar por un tiempo,  disfrutar de echar raíces sobre ese nuevo logro, observar el fruto que florece gracias a las raíces que vos estás dejando crecer.

Seguir, movilizarse para superarse es sano y tiene que ver con mantenerse motivado.  Perseguir permanentemente lo que no se tiene no lo es, agota y desgasta.

4 comentarios:

  1. Muy bueno! Para pensar y reflexionar!

    ResponderEliminar
  2. Muy interesante Mary! tomo la propuesta de hacer la plancha... al menos un rato!

    ResponderEliminar
  3. Óscar Villa:
    Ya ves! con tanto estrés social me encanta eso de "hacer la plancha".
    Bsos y sigue aportándonos tu visión.

    ResponderEliminar
  4. me gustan mucho los artículos, todos me dejan algo para pensar y ver y sentir .... me quedo con hacer la plancha y mucho mas, besos ,marian

    ResponderEliminar

Gracias por comentar en SimpleMente, me interesa mucho tu opinión