Cuando
fracasamos en algún aspecto hay un tiempo destinado a ver qué podríamos haber
hecho diferente, nos culpamos por conductas que hoy creemos ver tan claramente
erróneas y que sin embargo por motivos que no comprendemos, ya que estamos
parados en un lugar diferente son las que allá y entonces elegimos. Este es
el período para enojarse con uno mismo, para enojarse con los otros, para culparse
o echar la culpa, predomina el sentimiento de dolor y resistencia a aceptar el fracaso
tal cual se presenta en el aquí y ahora.
En
este período, familiares y amigos se
hacen más presentes, todos con la mejor intención y amor intentamos ayudar, en
general ensalzando las virtudes y capacidades del que está sumergido en el
barro de su derrota. Hacemos
afirmaciones con una certeza de dudosa llegada utilizando frases como:
“Aprovecha
esto que te está pasando para aprender”
“Es
difícil pero va a pasar”
“Te
vendría bien hacer terapia, meditación, un retiro, viajar, empezar cross fit,
yoga” etc. etc.
Nos
invade la confusión porque no sabemos si comprarnos la túnica o las calzas, si
entregarnos a la calma de ejercicios zen o salir a transpirar ejercitando
músculos que ni siquiera sabíamos teníamos, si visitar al sacerdote o al
psicólogo.
Lo
único cierto de esta situación es que después de un tiempo, ya pasado el impacto inicial donde el fracaso
es de público conocimiento, las personas retomamos el agitado ritmo con el cual
en general se vive en estos tiempos y el que sufre se encuentra solo. Allí quedamos nosotros con nosotros mismos.
Y es
así como empezamos un nuevo período, nos adentramos en nuestra persona, nos conectamos con nuestra esencia, nos revisamos,
chequeamos nuestras capacidades olvidadas, miramos nuestro potencial, nos
amigamos con nuestras debilidades, dejamos situaciones y personas en el camino,
elegimos despedirnos amorosamente de lo que nos conecta de una manera u otra al
fracaso, pero no nos enojamos con el
mismo ni cultivamos sentimientos negativos hacia eso que ocurrió ya que tiene
que ver con nuestra vida y por lo tanto siempre va a ser parte nuestra. Es entonces cuando elijo incorporar lo
ocurrido e integrarlo a mi experiencia, sin ningún propósito específico, lo
hago parte de mí.
Es
por eso, que antes de avanzar, antes de empezar a transitar este nuevo período elijo abrazar mi realidad, aquietarme. El abrazo para mí significa unión, intención
de unirme y en general en el abrazo encuentro serenidad, amor y contención,
ingredientes necesarios para que el fracaso deje de producir dolor, para
aceptarlo y poder seguir adelante.
Nosotros
no elegimos lo que nos pasa, pero sí qué
hacer con eso que nos pasa.
Yo
hoy elijo reconstruir, yo hoy elijo reconstruirME.
Utlilizo
al abrazo como punto de partida, es por eso que hoy te abrazo realidad.