martes, 4 de noviembre de 2014




Entre el fracaso y el acuerdo





Las personas planificamos en función a nuestros deseos, cuando éstos no se cumplen tenemos la opción de fracasar o acordar para gambetear el obstáculo y seguir adelante. 
El fracaso no es un sentimiento que gusta y si bien no hace falta llegar a enarbolarlo como bandera de nuestra identidad hay buenas maneras de sobrellevarlo.  Una es aceptar que hay un problema, si pudiéramos ver al lado de la palabra “problema” la de “solución” atravesarlo no sería tan conflictivo.  Para muchas personas los problemas son compartimentos estancos, encontrar la salida se vive con mucha angustia y desesperanza.  Cuando logramos entender el problema como un impulsor para avanzar por el camino del crecimiento y autorrealización se vive de manera más natural.
Los seres humanos no estamos formados para fracasar, nadie nos prepara para hacerlo. Observen qué pasa cuando un bebe empieza a caminar, cuando da dos pasos seguidos aplaudimos frenéticamente, lo alzamos, hacemos dar vueltas por el aire, prendemos la filmadora y todo artefacto que sirva para congelar el gran momento y los padres hasta se abrazan emocionados orgullosos de su creación.  Cuando en caso contrario el niño cae torpemente los padres lo alzan pero para consolarlo, lo abrazan, contienen su llanto o dicen “bue bue ya vas a aprender, vamos a probar otra vez” quizás el protagonista de la caída no tenga ganas de seguir intentando pero allí está,  impulsado rápidamente a salir de esa situación avergonzante, desagradable, el fracaso.
Hay quienes se sienten fracasados.  El mandato de triunfar en la vida les impide ver la diferencia entre una situación que ha fracasado y sentirse fracasado como persona.  Acaso la vida no es más que una sucesión de situaciones, un compilado de vivencias conformado por muchos aspectos, lo personal, familiar, laboral y dentro de cada uno de los grupos mencionados hay muchas aristas donde podemos desplegar algún potencial.

Cuando podemos sortear el temor a fracasar estamos preparados para acordar.  De esa manera abrimos una ventana que hasta ayer no sabíamos existía, una que estaba pero hasta ese momento habíamos decidido ignorar.  Nos damos la posibilidad de seguir encontrándole la vuelta a la vida.