Una vez más encuentro en
lo cotidiano un tema para reflexionar.
Transcurre en el jardín y
esta vez la protagonista fue la manguera.
Ahí estaba yo tratando de
unir dos partes de ella para llegar a un cantero que estaba muy seco. El primer intento fue un fracaso, la presión
del agua separó los dos extremos, insistí, ésta vez haciendo más fuerza,
ocurrió lo mismo, no pude. No vale la
pena detallar cada situación porque todas fueron iguales y la escena siempre fue
la misma, yo uniendo las partes, sosteniéndolas unos segundos, utilizando toda
mi fuerza, cuando creía tener la situación controlada la apoyaba en el pasto,
soltaba los extremos pero cuando terminaba de contar hasta tres el resultado se
repetía casi como sistematizando mi fallido.
Me enojé mucho con la
manguera, también conmigo y como hago la
mayoría de las veces que me siento así, decidí parar. Fue cuando me estaba dirigiendo a apagar la canilla,
fue cuando me moví del lugar anterior cuando pude ver, comprender lo que pasaba
y hacer algo distinto para lograr mi objetivo.
Una parte de la manguera que estaba sobre el pasto estaba doblada, esto
era lo que impedía el paso del agua provocando la presión que hacía que yo no pudiese unir las dos puntas.
Al poder verlo, al
notarlo, enderecé la manguera, el agua empezó a fluir naturalmente y fue allí cuando pude hacer que
llegara al cantero y regara las plantas.
Esa vez no tuve necesidad
de hacer fuerza, sólo le di curso a lo que estaba hecho para funcionar.
En ocasiones logramos hacer
contacto con la necesidad de cambio pero muchas veces nos cuesta conectarnos
genuinamente con nosotros mismos para accionar en función a la necesidad.
Algo que suele ocurrir es
dejar que opiniones ajenas se cuelen tomando la forma de discursos livianos,
aparecen los “anímate, pero dale…hay que vivir el hoy, es sólo cuestión de
tomar la decisión el resto viene solo etc.”
También solemos equivocar
el rumbo cuando nos conectamos solo con una parte de nosotros. Sería bueno entendernos como una unidad
múltiple, cuerpo, mente, espíritu y entorno.
Somos una unidad biopsicosocioespiritual y cada parte juega su rol.
Respecto al cambio
ayudaría integrar el cuerpo y la mente.
Estar atentos a qué me
comunica el cuerpo a la hora de querer accionar en función al cambio. Con qué emociones me conecta? Podemos sentir
Miedo, incertidumbre, angustia, tristeza, duda, ansiedad,
confusión, congoja, frustración
A veces el cuerpo se
comunica en un idioma que no comprendemos.
Cuando viajamos a un lugar
donde no sabemos hablar el idioma, si podemos lo estudiamos, si no tenemos
ganas de hacerlo cuando llegamos y comenzamos a sociabilizar nos esforzamos para hacernos entender y entender. Recurrimos a señas, gestos, utilizamos más de
un sentido y casi siempre logramos nuestro objetivo, nos comunicamos.
A veces al cuerpo hay que
descifrarlo, hay que poder comunicarse con él y con sus emociones.
Cuando le llega el momento
a la mente podríamos intentar focalizar en las siguientes cuestiones
Qué beneficios me propone el cambio? Qué arriesgo al hacerlo?
Qué hay en la lista de los pros? Cuáles son las contras?
Es el cambio reversible? Si cambio es posible volver atrás?
Para ver dónde está la
manguera doblada, acomodarla y lograr el cambio que estoy necesitando tendría
entonces que hacer contacto, estar atento; es una dialéctica entre pensar y
sentir, después el animarse ya no sería un concepto vacío de contenido.
hay BUENISIMO, me viene al pelo en este mi momento, hare el ejercio ese y luego te cuento, tenemos una charla pendiente, gracias por tu luz ! un beso enorme mariana
ResponderEliminarMuy bueno!!!!
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