viernes, 4 de octubre de 2013

Cuando logro nutrirme del pasado, el presente se fortalece




“No te preocupes, dejá que tu hijo ponga las manos con dulce de leche en los sillones, yo no voy a cometer el error de mis padres, acá se hace lo que cada uno quiere!”
No hables en voz baja ni bajes el volumen de la música, el papá de los chicos duerme la siesta pero no importa.  Me acuerdo que en mi casa  ese era un momento de silencio que yo no soportaba, acá no hay ese tipo de normas de convivencia”
Es muy común escuchar a las personas lamentándose sobre la manera en que fueron criados, sobre la rigidez con que fueron educados, la exigencia que tenían sus padres sobre asuntos cotidianos como, por ejemplo, cómo comportarse en la mesa, espacios limitados de juegos en la casa, etc.  El living, santuario impecable donde el blem era protagonista de cada mueble y los almohadones eran acomodados e inflados con un cuidado casi artesanal, era un ambiente de la casa donde sólo podían entrar mayores de 30 años vestidos con traje o ropa recién salida de la tintorería.
La realidad hoy es otra, los padres educan más informalmente, establecen relaciones de más paridad con sus hijos, ellos no son enviados a sus cuartos cuando se organiza una comida en la casa, en ocasiones hasta comparten la mesa y  participan de la conversación.  La crianza hoy es menos estricta, lo que no garantiza que sea mejor que la que tuvimos quienes hoy somos adultos.

El enojo de varias personas con respecto a cómo fueron educados y la necesidad de diferenciarse  es tal que conduce a un extremo de vale todo que tampoco es la manera ideal para utilizar como crianza.  Quizás es que de eso se trata, de que no hay un ideal.  Cada época tiene una característica social, una manera de conducirse y esa manera es la que nuestros padres conocían.  Con el propósito de hacer lo mejor que supieron, de ser lo mejor que pudieron ser dadas sus circunstancias, porque el hombre es un recorte de su circunstancia, nos formaron en quiénes hoy somos.  Es muy difícil escaparse del ambiente sociocultural en que cada persona crece.  Lo que no debería ser tan difícil es poder mirar para atrás con aceptación,  amigarse  con la forma en que cada persona fue educada y hacer más foco en el fondo, donde seguro hubo amor.  Pero como lo interesante es no desatender ni la forma ni el fondo,  no sería enriquecedor construir a partir de lo que hoy tenemos? sin tratar de derribar el pasado, desatender las rigideces con las cuáles no nos sentimos cómodos ni tenemos ganas de transmitir e ir tratando de encontrar el equilibrio entre lo que adquirimos y en cómo queremos ser hoy.
Los mandatos familiares no tienen que ser enemigos de nuestra formación.  Si logramos mirarlos sin resentimiento y rencor veremos que algunos son valiosos.  Cuando podemos revisarlos objetivamente plumereando la pelusa de enojos despejaremos una imagen que quizás puede devolvernos sabiduría y certeza.  Si tomamos lo que elegimos, no lo que heredamos podríamos sumarlo a nuestra nueva manera de ver la vida.  Cuando logro encausar mi presente incorporando lo que recibí del pasado y puedo dejar que cada momento de mi vida me enseñe, podré transitarla como un camino ascendente que me hace evolucionar como persona enriqueciéndome de lo positivo, tomándolo como válido y transformándolo sin descartarlo para convertirlo inclusive en algo mejor.

 

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