Cuando escucho a los
adultos quejarse sobre la falta de valores de las generaciones que les
anteceden me pregunto el motivo por el cual esto sucede. Y sin la intención de encontrar culpables
pero sí razones se me ocurre que algo debe estar pasando en la sociedad. Dado que es una característica de la gran
mayoría de los menores de 30 años, no deberíamos acotar la problemática a hijos
de padres que trabajan todo el día, hijos provenientes de familias
disfuncionales, ensambladas, criados en un entorno de violencia, abusos o
adicciones. Ellos hoy son más
cuestionadores, transgresores, rebeldes, con pocos valores relacionados a la
cultura de trabajo, con menos capacidad de esforzarse para forjar un futuro ya
que el acento está puesto en el aquí y ahora.
Ellos, sin embargo son producto de una enseñanza y tanto ellos como las
personas de todas las edades y en todos los ámbitos necesitamos referentes,
padres, docentes, jefes, líderes políticos.
Qué clase de referentes
estamos siendo?
Atravesamos un momento de
cambio, somos protagonistas de tal suceso.
En la sociedad hay mucho movimiento, lo que antes era claro hoy se pone
en duda. Un ejemplo es la vestimenta,
hoy los hombres ya casi han donado sus trajes a los museos y pasaron a sentarse
detrás de sus escritorios vestidos con ropa “casual”, jefes y empleados visten
casi de la misma manera. Incluso las
oficinas han modificado su distribución y pasaron a llamarse “open
office”, los escritorios no determinan
las vías jerárquicas, en general hay un solo espacio amplio, dividido por
boxes, las reuniones de trabajo son informales, los brainstormings marcan tendencia,
ya no hay un superior que habla y el resto escucha y toma nota, hoy todos
hablan, exponen, opinan, hoy todos toman decisiones.
Lo mismo ocurre en los
colegios, ya no se toma distancia, no se forma de menor a mayor, los chicos
deben respetar a sus docentes, sin embargo la manera que tienen de dirigirse a
ellos es permisiva desde el lenguaje que utilizan cuando les hablan en
adelante. Las formas ya no son tomadas
en cuenta, son pasadas por alto, los docentes están permanentemente en el
límite del amiguismo y la autoridad, entonces los alumnos van y vienen entre
ambos lados desconociendo con certeza dónde ubicarse.
En las familias se les da
a los hijos un lugar que no pueden ocupar porque no saben cómo hacerlo. El No ya no es No, todo puede ser
cuestionable, siempre para cada determinación se abre un debate de por qué los
padres hacen lo que hacen, los hijos allí juzgan, expresan sus enojos
abiertamente, ya no se callan nada. Se
les da a los chicos un poder que no saben manejar, como resultado lo manejan
mal, se los llena de explicaciones que no están capacitados a comprender y sin
intentar de subestimarlos, a veces los chicos sólo pueden comprender un rostro
firme que comunique lo mismo que expresa. Los seres humanos no hemos cambiado
tanto en esencia, si bien hoy tenemos más nombres para definir los
sentimientos, podemos tratar de explicar los motivos de su origen y aprendemos
a manejarlos mejor, las personas de allá y entonces y los de aquí y ahora siempre
nos hemos enojado y frustrado, pero supo haber un tiempo donde estábamos
obligados a reprimir palabras y sentimientos para expresarnos en función al
respeto a nuestros referentes.
Pero uno no se recibe de
“referente” en la universidad, no se trabaja de referente ni se venden títulos
de referente. Se es haciendo buen uso del
rol, con la responsabilidad que conlleva serlo, ejerciendo una autoridad sin
temerle a que se transforme en autoritarismo, el orden, el conocimiento, la
experiencia que debería tratar de transmitir necesita de la seguridad de
considerarse un buen referente.
No hace falta el traje,
tomar distancia ni acatar sin chistar pero por favor sepamos asumir nuestros
roles, no critiquemos más livianamente a “los jóvenes de hoy” y perdámosle el
miedo a ser quiénes debemos ser.
E S P E C T A C U L A R !!!!! Bravo, bravo, que bueno, cada dia me gustan mas tus artículos, me aportan, me aclaran, me suman ! a hacer bien el rol ! allla vamos ! besos mariana
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